Lic. Esteban D. Larrosa
Vicepresidente Ministerio Hispano TWR
Es verdad también que tener pensamientos no significa pensar. Todos tenemos pensamientos...
El Pensador, la clásica estatua de Auguste Rodin, es un desafío para todos nosotros. Decía alguien que la contemplaba: “Es difícil mirarla (a la original o a una de sus muchas réplicas) sin ser conmovido por ella. El natural despliegue de esa masa de bronce, representando a alguien que piensa profundamente, causa en la mayoría de nosotros la misma pregunta: ¿Por qué esta imagen es tan cautivante? ¿En qué está pensando?”
Este tipo de pensar profundo se ha convertido en una extraña especie. Pareciera que nadie desea pensar, más bien se tapa el llamado de la actividad pensante por un activismo hueco y efímero que necesita ser alimentado por otra nueva sandez de la sociedad de consumo en la que nos hemos sumergido completamente y que nos aleja de la verdad a la que lleva la renovación de nuestra mente por la obra del Creador.
Como diría el Profesor Julio César Vadillo, quien ha participado en la programación de RTM, hoy existe un desprecio por el pensamiento. Y hay un dicho popular que reza en forma sarcástica: “el que piensa pierde.”
Es verdad también que tener pensamientos no significa pensar. Todos tenemos pensamientos. Todos nosotros tenemos opiniones y creencias basadas en tradiciones, prejuicios, deseos lujuriosos, vanidosos y que alimentamos de lo que dejamos entrar en nuestras mentes; cantidad de ellas. Pero… ¿todos pensamos?
El diccionario dice que pensar es: “reflexionar, examinar una cosa para formar un dictamen,” también implica: imaginar, meditar, considerar o discurrir” ideas, conceptos y situaciones para llegar a una conclusión que guiarán nuestra toma de decisiones y ellas nos movilizarán a la acción.
Por lo cual, debemos tomar el control de nuestra mente, y educarla a pensar en las cosas que valen la pena para que no terminemos extraviándonos en lo que no conviene, pensando en puras tonterías, forjando una “mente necia” que termina quedando a oscuras (Rom. 1:21). Pero ¿cómo discernimos lo que vale la pena pensar?
El Apóstol Pablo, quien era un ser de pensamiento profundo, nos da la respuesta, al exhortar a sus lectores a que:
“… piensen en todo lo verdadero, en todo lo que es digno de respeto, en todo lo recto, en todo lo puro, en todo lo agradable, en todo lo que tiene buena fama. Piensen en toda clase de virtudes, en todo lo que merece alabanza.” (Filipenses 4:8).
Por su lado, el rey David, quien veía la necesidad de un guía y evaluador de lo que pasa en el mundo de la mente decía:
“Oh Dios, examíname, reconoce mi corazón; ponme a prueba, reconoce mis pensamientos; mira si voy por el camino del mal, y guíame por el camino eterno.” (Salmos 139:23-24)
Por lo cual, usted que piensa: ¿Cómo hacemos para que la generación actual piense en lo que vale el esfuerzo de invertir tiempo y energía, y no perderse en la intranscendencia de un divague mental desconectado de sentido, dirección y propósito?